Duelo: pérdida de un ser querido

Tratamientos dirigidos a niños, adolescentes y adultos:


La reacción de pena y tristeza que sigue a la pérdida de un ser querido no debe ser considerada un trastorno psicopatológico. En realidad, técnicamente hablando sí se puede establecer que una persona en ese trance se encuentra trastornada, no puede ser de otro modo. El duelo como problema clínicamente significativo comienza a ser objeto de atención clínica cuando la reacción a la pérdida es exagerada, o puede comenzar a presentar los síntomas característicos de una depresión (insomnio, pérdida de peso, sentimientos de culpa). La ayuda psicoterapéutica puede ser muy conveniente en el alivio o resolución de algunos de estos síntomas, así como ofrecer el apoyo y orientación necesarios que faciliten el sobrellevar una situación difícil como esa pérdida. La duración “normal” de un duelo es variable comprendiendo un período que puede durar algunos meses.

Suele estar establecida la presencia de cuatro fases durante todo el proceso:

  • Negación: se da en primer lugar y consiste en un estado de shock o irrealidad en el que las personas no quieren creer lo que está ocurriendo y les parece que, como en un sueño, se despertarán y todo volverá a ser como antes.
  • Indignación: los sentimientos predominantes son de rabia y furia contenida; derivando en frustración e incertidumbre.
  • Aceptación: Es el primer reconocimiento de la irreversibilidad de lo acontecido, y el abandono de la lucha interior y los sentimientos de rabia.
  • Superación: en realidad esta fase comenzó paralelamente a la aceptación. Sólo tiempo después de haber iniciado la inexorabilidad del “seguir adelante” que nos exige la vida, nos damos cuenta que parte del dolor, la tristeza y la pena ha disminuido.

¿Qué síntomas no son característicos de una reacción de duelo «normal»?

  • La culpa por las cosas (más que por las acciones) recibidas o no recibidas en el momento de morir la persona querida.
  • Pensamientos de muerte más que voluntad de querer vivir.
  • Preocupación exagerada de pensamientos de inutilidad.
  • Enlentecimiento psicomotor.
  • Deterioro funcional acusado y prolongado.
  • Experiencias alucinatorias distintas de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.