Enfermedades Psicosomáticas

Tratamientos dirigidos a niños, adolescentes y adultos.


Clínicamente, junto a los llamados trastornos somatoformes se caracterizan por la presencia de síntomas físicos que no pueden explicarse en su totalidad por una condición médica general. En el caso de las enfermedades psicosomáticas la diferenciación radica en la existencia de una lesión en el sistema fisiológico y una patología orgánica demostrable (por ejemplo en el caso de las úlceras, artritis reumatoide, asma, etc). En ambos casos, junto a los síntomas físicos existe un desencadenante de origen psicológico.

Los factores psicológicos desencadenantes pueden afectar negativamente a una condición médica a través de alguna de las siguientes vías:

  • Alterando el curso de una enfermedad (exacerbándola o retrasando la recuperación).
  • Interfiriendo con el tratamiento de la condición médica general (abandonando este tratamiento o pervirtiendo las prescripciones médicas).
  • Precipitando o exacerbando los síntomas de una condición médica a través del estrés manifestado, ansiedad o miedo (con sus respuestas fisiológicas asociadas).

¿Cuáles son las causas de este trastorno?

Las perspectivas actuales apuntan a la convergencia de múltiples factores:

  • Biológicos.
  • Psicológicos.
  • Sociales.

Básicamente, se ha establecido la existencia de un estilo emocional negativo, por parte de la persona aquejada de este tipo de trastorno. Este estilo emocional negativo se define por el predominio de un complejo de variables emocionales como la ansiedad, la depresión o la ira/hostilidad que podría tener su implicación en el desarrollo de los trastornos físicos, tales como la enfermedad coronaria, la hipertensión, el asma, las úlceras gastrointestinales, etc.

Se sugiere entonces la posibilidad de un tipo de persona predispuesta a la enfermedad, caracterizado por la tendencia a un estado emocional negativo.

Se sabe que cómo se perciba y maneje el estrés tiene una importancia capital para el mantenimiento de la salud; ya que el estrés puede alterar el funcionamiento inmunológico debido a sus efectos nocivos. Numerosas enfermedades tienen una relación directa con la inmunocompetencia; como por ejemplo: las alergias y problemas de la piel, artritis reumatoide, enfermedades infecciosas, cáncer.